Muchos niños y niñas, desde temprana edad, se ven forzados a realizar trabajo infantil para ayudar a sus familias, sufriendo de abusos y explotación, violando sus derechos a recibir educación y a disfrutar de esta etapa dedicando el debido tiempo al juego y la recreación.
La infancia es una etapa del desarrollo humano en la que se adquieren muchas habilidades y conocimientos. Es fundamental que los niños y niñas no se salten este período ya que, además de ser único, trae sus propios aprendizajes.
¿Cuáles son los riesgos del trabajo infantil?
Las labores en el trabajo, cualquiera sea su naturaleza, requieren de conocimiento y estrategias. Forzar a una persona a que piense y actúe con una madurez integral mayor a su edad requiere de mucho esfuerzo físico y mental para el que no está preparada.
Muchas veces, esta labor implica abandonar la inocencia de la infancia para actuar como adulto a una edad no adecuada para el trabajo, perdiendo oportunidades como el estudio, la socialización entre pares, el desarrollo y búsqueda de la propia identidad y personalidad.
El trabajo infantil representa una amenaza al desarrollo integral de los niños y niñas, limitándolos a adquirir conocimientos y habilidades académicas pedagógicas que desarrollen al máximo su potencial mental, acorde a su maduración física; además, los expone a muchos peligros al permanecer muchas horas al día en ambientes no adecuados para su edad.
El trabajo infantil, una violación a los derechos humanos
Es un reto lograr disminuir la cantidad de niños en situación de trabajo infantil, como también lo es el mantenerlos en las aulas de clase mejorando su aprendizaje y rendimiento, concentrados en sus estudios. No lograrlo supone una pérdida para la sociedad que, en un futuro, tendrá muchos ciudadanos con menos habilidades y capacidades para ser competitivos laboralmente, y muchos de ellos incluso optarán por la emigración.
En la IV conferencia mundial contra el trabajo infantil del 2017, en el estudio de la vinculación entre la educación y el trabajo infantil de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS) refiere que:
“A pesar de que son múltiples los compromisos y declaraciones ratificadas por los países, vamos a hacer referencia al más importante de que se ha ratificado en el plano internacional, empezando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en la que su artículo 26.1 establece que: toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos”.1
En conclusión, el trabajo infantil es un problema social que afecta, para toda la vida, a aquel niño al que se le vulnera el derecho a la educación, disminuyendo sus posibilidades futuras de lograr un trabajo digno con un salario decente.
Aunque es cierto que algunas personas que fueron forzadas a trabajos infantiles en su juventud buscan reincorporarse al sistema educativo para continuar con sus estudios logran alcanzar la meta de obtener una carrera profesional, también lo es que son solo una minoría, por lo que el llamado es a ser responsables, proteger la infancia y, sobre todo, ser perseverantes en el logro de los objetivos propuestos en nuestras vidas.
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